La primera tarea que enfrenta Dilma Rousseff como presidenta de Brasil es a la vez sencilla y complicada: dejar claro que es ella quien está al frente, y no Luiz Inácio Lula da Silva, su predecesor y mentor político. Y es que Dilma le debe el puesto a la audaz decisión de Lula de convertir en candidata a su poco conocida jefa de Gabinete, a quien aseguró la elección gracias a su popularidad y a su infatigable campaña. Esa deuda queda de manifiesto en la composición de su nuevo Gabinete: 16 de sus 37 ministros sirvieron en los Gobiernos de Lula. De forma que Dilma está ofreciendo continuidad, que es, de hecho, por lo que votaron los brasileños.
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