Hace parte del calendario del deporte competitivo a la escala planetaria que se integra en la lógica de un modelo que favorece y prioriza “mega-eventos”, grandes obras de infraestructura y producción de materia prima. Y que prioriza el capital trasnacional y promueve la mercantilización y privatización del espacio público, de la gente y del deporte. Es en ese contexto, dentro de esa lógica, que se da la “experiencia” del Mundial en Brasil, promovida y justificada por las exigencias propias del fútbol de alto nivel internacional y que tendrá consecuencias mucho más allá de los terrenos de juego.
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