viernes, 19 de septiembre de 2008

¿Qué ha cambiado en Brasil después de Lula?

De Plinio Arruda Sampaio
Evaluar es comparar hechos y valores. En esta evaluación de los dos primeros años del gobierno de Lula, hemos elegido como objeto de comparación el proyecto de construcción nacional. Utilizando la fórmula sintética y precisa de Caio Prado Jr.: ¿hasta qué punto han contribuido estos dos años del gobierno a acelerar la transición entre el "Brasil-colonia de ayer al Brasil-nación del mañana"? Se examinarán tres aspectos de esta transición: la reducción de la desigualdad, el aumento de autonomía, y la organización política del pueblo. En cuanto a la reducción de la desigualdad social, debe mencionarse que durante este periodo de dos años, el crecimiento del Producto Nacional Bruto (PNB) ha sido mediocre, y ni siquiera ha afectado el PNB per cápita. Hubo una mejora en 2004 pero sin impacto significativo en cuanto al trabajo (hubo un leve aumento en comparación al número de trabajadores), y en cuanto a los salarios (de hecho el salario medio descendió durante esos dos años).
El gobierno hizo el esfuerzo de exigir la formalización de las relaciones de trabajo, lo cual se manifestaría en la mejora de salarios. Pero a pesar de ello, el número de trabajadores inscritos es aún menor que el número de trabajadores con contratos informales. Esto puede ayudar a explicar el hecho deplorable de que los ingresos de casi un cuarto de los trabajadores brasileños (23,8% según el Ipea - Institute of Applied Economic Research) se encuentre por debajo del salario mínimo. Habiendo heredado una situación de desigualdad centenaria, el gobierno podría alegar la imposibilidad de cambiar esta realidad en tan solo dos años. Esa excusa sería aceptable si durante esos dos años se hubieran adoptado las medidas suficientes para alterar las estructuras corruptas que crean la desigualdad. No es eso lo que hemos visto. La reforma agraria no pasó del papel. El objetivo de acomodar un millón de familias, en cuatro años, que en sí mismo sería suficiente para generar una dinámica correcta de distribución de riqueza en el campo, se redujo a la mitad, y esa mitad no se ha llevado a cabo.
No se mencionó la reforma urbana, otra medida estructural para la reducción de la desigualdad social. Ni siquiera se inició un programa tradicional de vivienda para la construcción de casas populares.
La utilización de impuestos para la redistribución de riqueza -instrumento empleado por los países desarrollados en Europa y América del Norte- ni siquiera se ha contemplado. Lo que hemos observado ha sido un desenfreno recaudando impuestos, completamente indiferente al hecho de que el sistema tributario actual pone un peso desproporcionado en las capas más pobres de la población
Buenas Palabras Pero Programas Insuficientes
Dada la ausencia de reformas estructurales, la batalla contra las desigualdades sociales se limitó a los gastos asistenciales del Estado. Lo que hemos observado es que tras dos años de los programas Cero Hambre, Bolsa Escola (incentivos escolares), Ingresos Mínimos y tantos otros con nombres tan buenos, el gobierno no consiguió librarse del todo del concepto neoliberal de los "gastos sociales enfocados". El anunciado vector "estructurador" de las transferencias de los ingresos a los sectores más pobres no fue más allá de las buenas intenciones. La desproporción entre la cantidad de recursos adjudicada (aunque fuera superior a la del gobierno anterior) y la escala de las demandas de la inmensa masa de pobres ha frustrado los objetivos. Esas mínimas transferencias de riqueza no generan una dinámica social favorable para el protagonismo político y social de los marginados. En otras palabras: a pesar de sus buenas intenciones, no es posible escaparse de la línea asistencial practicada por la elite dominante que está destinada simplemente a disminuir la explosiva situación de pobreza.
La gran defensa de los conservadores con respecto a la redistribución de la riqueza es que primero necesitamos tener riqueza. El gobierno presume de que la economía está creciendo, sólo en 2004 casi el 5% - los mejores resultados en 9 años. El índice de crecimiento se exhibe como evidencia de que la política económica es adecuada. Sin embargo, para ponerlo en perspectiva, es apropiado compararlo con economías como las de Venezuela (18%); Uruguay (12%); Argentina (8.2%); Ecuador (6%); Panamá (6%); Chile (5.8%), durante el mismo periodo. En este contexto más amplio debemos cuestionar si el 5% anunciado en Brasil es el resultado de una gestión adecuada de la economía o de la situación expansionista del mercado internacional, considerando los resultados de EEUU y China. ¿Dónde está la garantía de que este índice va a mantenerse? Sin embargo, éste no es el aspecto central de la controversia de la redistribución. Incluso si el índice de 2004 continúa durante cinco, diez años o incluso más tiempo (lo cual no se atreve a vaticinar ningún economista), si no se modifica el esquema estructural de la distribución de la riqueza, la situación de desigualdad social será esencialmente la misma, incluso si el nivel de ingresos asciende ligeramente.
La conclusión de este análisis es que durante los dos primeros años del gobierno de Lula no ha habido ningún resultado significativo en la reducción de las desigualdades sociales. EL AJUSTE NEOLIBERAL CONTINÚA.
Para medir los resultados del gobierno de Lula en la reducción de la dependencia -el segundo aspecto de esta evaluación-, el análisis debe incluir dos aspectos: político y económico. En el aspecto económico, el hecho básico y sorprendente es verificar la continuidad del proceso de ajuste estructural de la economía brasileña al canon del modelo neoliberal: la reforma de las pensiones, la eliminación de cualquier obstáculo constitucional a la autonomía del Banco Central, la reforma judicial, y el proyecto de ley sobre bancarrota; esta legislación neoliberal, patrocinada por el gobierno del PT con todos los medios a su alcance se ajusta rigurosamente a lo recomendado por el consenso de Washington -un estado débil y un mercado libre. La política económica ha seguido los mismos pasos. Todo se ha subordinado bajo el mismo lema: "Crear confianza" (según lo leímos en los manuales que se emplearon para instruir al equipo económico) en los capitalistas internacionales hacia el gobierno de Brasil. Para alcanzar esta confianza, se han llevado a cabo concesiones injustificables a multinacionales de energía y comunicación, especuladores e inversores han recibido exenciones excesivas, hemos ignorado transgresiones de las normas de protección forestal de compañías madereras extranjeras, se aprobó un retroceso en la legislación del medio ambiente para favorecer a compañías internacionales de organismos modificados genéticamente (OMG). Sin mencionar el mantenimiento de un superávit primario incompatible con la respuesta a las demandas sociales mínimas y la necesidad urgente de recuperar la infraestructura económica del país.
Este inventario de medidas estructurales y circunstanciales nos lleva tan sólo a la conclusión de que tras dos años del gobierno de Lula, el estado brasileño se ha debilitado y está peor equipado para llevar a cabo políticas económicas, ya que un elevado número de decisiones significativas se ha transferido a centros decisorios externos.
En la dimensión política y en el tema de la dependencia, el gobierno e Itamaraty intentaron llevar adelante el Tratado de Libre Comercio de las Américas sin doblegarse demasiado a la presión de EEUU; consiguieron impedir la asignación de la base de Alcântara; la creación del grupo de los 22; impedir, por vez primera en la historia de las negociaciones comerciales, propuestas apoyadas por los EEUU y Europa. Estos "logros", aún siendo cuestionables, se ven oscurecidos cuando se considera el envío inexplicable de tropas brasileñas a Haití, al servicio de las oscuras necesidades de la diplomacia de EEUU y de Francia.
Fragmentación De La Izquierda
Podemos ahora dar comienzo al examen del tercer eje del análisis: la organización política del pueblo, un aspecto esencial puesto que todos sabemos que la reducción de la desigualdad y la autonomía no son regalos generosos de los ricos y las potencias extranjeras. Más bien lo contrario, son conquistas que deben arrancarse de los poderosos mediante la lucha y el sacrificio. Por consiguiente requieren que el pueblo sea consciente y esté organizado y movilizado.
Aquí no hay duda de que éstos han sido los peores resultados del gobierno de Lula en estos dos años. Para empezar, el gobierno ha llevado a cabo su política bajo los patrones tradicionales de la corrupta elite brasileña; chanchullos, favoritismos; alianzas falsas; financiación oscura de la campaña electoral - en nada diferente a las prácticas ilegítimas del gobierno de Enrique Cardoso en sus relaciones con la base parlamentaria y de apoyo. Este comportamiento tan sólo ha ayudado a confirmar el escepticismo de una gran parte de la población con respecto a la política ("todos vienen del mismo sitio") y a la desmoralización de la vanguardia popular que durante décadas ha luchado para convencer al pueblo de que el PT era diferente. La desilusión con su comportamiento ético se ha visto seguido por la total sorpresa ante la ausencia de medidas que siempre fueron parte del programa del partido y de los discursos de Lula durante su vida política. Los indígenas, por ejemplo, no entienden por qué el gobierno no se desmarca de la reserva Paposa Serra do Sol; las doscientas mil familias que corrieron al campo cuando supieron que Lula fue elegido no pueden aceptar que deban permanecer en áreas temporales u ocupadas, bajo la mira de pistoleros; los ecologistas han visto frustradas sus esperanzas de una acción decisiva contra la deforestación y la penetración de organismos genéticamente modificados; los afectados por la construcción de presas no han recibido las compensaciones a las que tenían derecho; los sindicatos verdaderos se quejan del valor del salario mínimo y se manifiestan en contra de la propuesta de estructura sindical; sin mencionar los ancianos, que se han visto afectados por una nueva legislación de pensiones. Un rosario de desilusiones.
Teniendo en cuenta que todas esas demandas eran los eslóganes de la lucha de las vanguardias populares, podemos concluir que hoy los movimientos populares son más débiles, y están más confusos y más divididos de lo que estaban hace dos años. Para ejemplificarlo claramente, tenemos tan sólo que observar el hecho de que todas las tendencias internas del PT se han quebrado y que varios sindicatos importantes se están desvinculando o se han separado ya del CUT (Central Única dos Trabalhadores). Los otros partidos de izquierda y movimientos populares campesinos y urbanos tampoco son ajenos a este proceso. Se encuentran a diario con el dilema de "romper con el gobierno" o retroceder para no enfrentarlo directamente. El gobierno de Lula no reprime la izquierda o los movimientos populares, sin embargo provoca su desintegración y fragmentación.
Aparentemente esta evaluación no se ajusta al sentimiento general de la gente. Las encuestas de opinión muestran un 70% de aprobación a la actuación del presidente y un 45% a la del gobierno. ¿Por qué esta dura crítica si las "masas" están contentas? Es demasiado pronto para alcanzar conclusiones definitivas de esas encuestas. ¿Indican que Lula está sustituyendo su base de apoyo -el PT y los movimientos populares de combate- inclinándose hacia un nuevo tipo de "populismo" basado en su carisma popular y en la transformación del PT en una sorprendente máquina electoral? ¿O las encuestas indican tan sólo una situación que puede desmoronarse rápidamente si el año 2005 no trae consigo los beneficios que esperan las masas?
Independientemente de las posibles respuestas, una cosa es cierta: los fracasos de Lula están haciendo que todos los que luchan por el avance de la transición del "Brasil-colonia de ayer al Brasil- nación del mañana" se esfuercen seriamente en revisar las estrategias de su discurso y sus prácticas.
Plinio Arruda Sampaio es el director de Correio da Cidadania. Fundador del PT y líder del partido en el parlamento durante 1987-1988

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