Un Lula da Silva visiblemente emocionado le pasó ayer la banda presidencial a su sucesora, Dilma Rousseff. La flamante presidenta por el Partido de los Trabajadores (PT), ex presa política durante la dictadura brasileña, reivindicó a sus compañeros de militancia y dijo que llegaba al Palacio del Planalto sin resentimiento ni rencor. La delfín de Lula abogó por la integración regional y prometió una lucha obstinada para erradicar la pobreza extrema en el país. “Voy a honrar a las mujeres, proteger a los más frágiles y gobernar para todos”, se comprometió.
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