La reciente decisión del Senado brasileño de votar masivamente a favor de un nuevo Código Forestal que abre la puerta a la amnistía de los delitos contra la vegetación cometidos antes de julio de 2008 es una pésima noticia para el Amazonas y para los defensores de la naturaleza. Pero más allá de las consideraciones medioambientales, también es una pésima noticia para los que creían que en Brasil los políticos habían comenzado a modificar su desvirtuada visión del servicio público.
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